Ocurre pocas veces en una corta existencia. Se da como los arcoiris, como esos momentos en que la felicidad invade cada poro de tu piel. Se prepara el terreno para algo mágico, increíble, astronómico. Una alineación de planetas, un cisne negro. Una mirada cruzada desde una punta a otra de la discoteca, abriendo un camino entre la gente como Moisés, una mirada sostenida durante largos minutos, silenciando la música, subiendo la luz, sonriendo con todos los dientes de la boca, respirando tan hondo y tan fuerte que crujía.
Son los pequeños detalles los que te hacen saber que estás en el camino correcto. Son instantes que despiertan la mente dormida, que recuerdas como relámpagos iluminando el momento; pero tan fácil como se imagina uno que puede ocurrir, se lo des - imagina. Pequeñas señales, me refiero, es decir, no las puedo, no las quiero explicar, desmembrar, deconstruir, racionalizar más. Si la nombro, si digo aunque sea sólo una palabra, tendré que decir otra más al instante, y otras muchas, y todas ellas a la par, porque si no, no lograría transmitir el sello con el que la idea se afianza en el espíritu. Esa intuición fortísima que te dice que va a ocurrir, que no está lejos, que la vida es un milagro y está llena de ellos. Que cada instante es dulce, intenso y bravísimo en algún sentido.
Tengo que dar, ahora sí, el 110% y ser todo lo original y bella persona que pueda. Me lo debo y poco a poco lo iba consiguiendo, sé ahora que el camino que sigo es correcto, aunque siempre tiré por varios senderos a la vez para no equivocarme. Ahora tengo que marchar rápido y confiado hacia la cima, porque sólo sacando lo mejor de mí estaré a su altura. Shh, es un secreto, si digo un nombre, puedo gafarlo!
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