jueves, 19 de septiembre de 2013

Se acaba el verano.

Levanto la vista hacia el frente y ahí está, delante mía, ni triste ni feliz, simplemente está. Desnuda, completamente desnuda, más desnuda que la misma desnudez, porque sus lunares son constelaciones y su piel es el natural relieve del universo. Una misteriosa neblina oculta su pecho hipnotizante, y entonces recuerdo que soy feliz. So tonto, que te habías olvidado, del frío que pesa en Málaga, las noches de invierno congelados hasta los huesos, y llegar a los sitios hecho una cebolla quitándose capas y capas de ropa. 

La luna en verano es mágica y despierta placeres insospechados, pero en invierno esgrime su esfinge en fantásticas formas y diversos lugares. Hay quien lo ve como los retales del verano, el último suspiro de tranquilidad. Pero para mí empieza el entrenamiento de la vida, empieza lo bueno, porque el ocio se repite pero el caminar es el que hace al caminante. Paso a paso, estación por estación.