¿Por qué buscamos esa opinión? Ese extremo, intachable, pedante y bukowskiano punto de vista sobre temas de opinión... Porque no es más que eso, opinión. La sabiduría está en la conciencia de la ignorancia sobre todos esos temas. El mundo de la mera doxa, propuso Parménides, no pertenece al Ser. Porque sobre lo que no se puede decir nada seguro, o sea, sobre lo que se puede decir cualquier cosa, no pertenece precisamente a una categoría ontológica.
Pero ¡Atención! En la morada del Ser, no nos podemos refugiar. Todos tenemos una parte superficial que también debemos defender, una opinión razonable, que irá cambiando con el curso de los acontecimientos y la madurez de la persona. Debemos procurar los argumentos más sutiles y realistas que conozcamos para que nuestro entendimiento no alcance la pobredumbre. Se lo debemos, pues, a nuestra condición de seres - que - se - hacen: aunque no lo vea, el darse de mi persona, el existir, es mucho más valioso que todo lo que me rodea a diario. Otra cosa, como un idioma bien aprehendido, que permanece en la superficie del inconsciente para ser sacado rápidamente cuando lo necesitamos. Otro hábito que sostenemos con el paso de los años y que, por desgracia, desde que dejamos la infancia tocamos poco. Como decía Savater en Ética para Amador, de pequeños todos somos filósofos, pero una persona mayor conformista, quemada que nos acompaña, entonces "agüafiestas" o "cortarrollos", nos la decapita: "Eso ya cuando seas mayor".
Nos acostumbramos a mirar hacia fuera, cuando lo realmente importante -que sí, que está ahí delante- es no olvidarse de que hay que mirar con los ojos del alma o del corazón. "On ne connait qu'avec le coeur, l'essentiel est invisible aux yeux" - Antoine de Saint Éxupery - Le Petit Prince. ¡Perdemos esa facultad! Nos rendimos a la hija sociedad y olvidamos a la madre naturaleza, que nos grita: ¡Siente! ¡Ama! ¡No te olvides de tí!
Hay tanta poesía en este mundo, que a veces... duele, como decían en American Beauty. ¿Qué es lo que duele de la belleza? Su solitaria contemplación. Igual algún día experimente la belleza en colectividad, pero en esta disminuida sociedad en la que vivo, presa de su zona de confort y de la moda de la filosofía fría, de momento la belleza queda como algo que afecta al Ser en su intimidad más pura. Una intimidad nunca antes expuesta, puesta-ahí, être-là. Eres tú frente a la belleza, la parte más íntima de tu persona frente a algo bello. Pero, en seguida, cuando estás disfrutandolo, aparece el vástago social: "¿Qué haces? ¡No la mires! ¡No te dejes hipnotizar! ¡Espabila! ¡¿Qué haces mirando al vacío?! ¿Qué contemplas en el horizonte? Ahí no hay nada! No hay dinero, no hay éxito... Ahí se debe imponer el ser: ¡Pero hay lágrimas! ¡Hay llanto! ¡Hay un SÍ a la exposición frente al infinito dolor, el infinito llanto, o la infinita risa cósmica! Hay un eterno sí a la vida más grande que su enloquecido poeta abraza - caballos*. ¿Y a quién no le quedaría grande hacer tal proeza? Matar a la metafísica y después que ésta resurja de sus cenizas en forma alegórica. Oh, Friederich, mi verdadero amor, cómo abrazas la filosofía, y cómo la llevas a cabo en la vida -en la verdadera vida, en ese mundo de sombras y luces metafísicas que hoy se nos aparenta fantasioso y artístico-, eres una lágrima en un chupito de vodka. Eres mis lágrimas ahora mismo, mi sangre y mi felicidad, mi dolor favorito.
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*Se cuenta que Nietzsche, estando fuera de su cordura pero no aún en su senilidad, pues escribió entonces aún obras importantes, abrazó solemnemente a un caballo en la vía pública, por lo que lo detuvieron. Lo que darían muchos hoy por ser ese caballo.
Alicia muchas veces habrá podido ver a un gato sin sonrisa, pero nunca a una sonrisa sin gato. "Siempre llegarás a alguna parte si caminas lo bastante". El gato de Cheshire.
martes, 18 de junio de 2013
jueves, 13 de junio de 2013
El maldito post-it.
Cuando llegué a Montpellier escribí un post - it con la frase "Donde se esté bien, allí esta la patria" -Cicerón. Me recuerda a otra de Kimya Dawson: "El hogar está donde esté el corazón". Y esta se adecua más a lo que sentí. La pegué en la ventana con una sonrisa, pensando en que me adaptaría al cambio y entregaría mi alma a todos los que allí encontrase. No me equivoqué ni por una palabra. El papel amarillento adquiere una densidad amenazante conforme se va desvaneciendo el resto de la habitación. ¿Estaba en la parte de arriba o la de abajo de la ventana? ¿O estaba en la pared? ¿Estaba en mi habitación, o en la de Claudia? Estaba en Montpellier, y lo llevaba cada gran amigo y amiga que hice allí, bien pegado en el pecho.
Y lo llevarán siempre. En breve, esos pedazos se dispersarán entre Valladolid, Reus, Andalucía, Irlanda, Mexico... The more that i give, the more i like to give. Pero ahora mismo mi patria está repartida entre Francia y España, porque allí donde esté el corazón...
Espero haber llenado un corazón en particular que tenía un tal agujerito...
Y lo llevarán siempre. En breve, esos pedazos se dispersarán entre Valladolid, Reus, Andalucía, Irlanda, Mexico... The more that i give, the more i like to give. Pero ahora mismo mi patria está repartida entre Francia y España, porque allí donde esté el corazón...
Espero haber llenado un corazón en particular que tenía un tal agujerito...
miércoles, 12 de junio de 2013
Erasmus 3. Finale.
Me voy. Pero me voy, con el alma llena.
No habría aprendido tanto ni en cien años. Os quiero.
Hay una puesta de sol fantástica. Nada
mejor para el momento reflexivo de la despedida que una estética
épica, culminante, apocalíptica. La luz de verano anaranjada
alumbrando las caras tristes y las coronillas calvas de los
estereotipados viajantes de autobús, el sol poniéndose en
Montpellier, fundiéndose con la ciudad, haciéndole el amor, quizás
es por el momento pero me parece la puesta de sol más bella que he
visto en mi vida... y al momento aparece, con esa actitud de llevar
esperando un rato a salir a escena, la delgada luna creciente
colgando en el cielo azul marino.
Paso por las estaciones de autobús y
veo a más gente despidiéndose. Todo me recuerda a anoche. Me acerco
con la mirada a dos amigos que se abrazan, y parecen alegres
enérgicos, sonríen. No hacía falta mirarle al subir al autobús
para saber que tendría el semblante triste, serio, de quien quiere
volverse para dar un último abrazo. Su amigo le mira fijamente desde
fuera con la cabeza algo inclinada, los puños cerrados y los ojos
entrecerrados y húmedos. Tengo el codo apoyado en el resquicio de la
maltrecha ventana del autobús, y miro, a ratos de reojo, a ratos
directamente, a la incansable pareja que se despide de su amigo.
Quiere sonreir, pero su aura le delata. Y pasan los minutos y el
autobús no zarpa, quedan minutos, unos minutos eternos, y los amigos
se siguen mirando. El que espera fuera cambia su cara de sicario por
una sonrisa, y al instante veo cómo su amigo baja de nuevo. La
excusa, poco importa, sacan los móviles e intercambian los números.
El hecho es que se abrazan, sólo un minuto más, pero es suficiente.
Porque ahora saben de lo breve de un abrazo, de lo efímero. No se
sabe de la brevedad de la belleza hasta que se experimenta en la
propia carne. La pareja espera, y espera, y mientras suena la palanca
de cambios del bus, el amigo mira hacia el suelo descorazonado,
pensando que habría dado tiempo a un abrazo más. Eso soy yo ahora.
Es duro irse. Pero más duro es
quedarse. Imagino las despedidas entre gente que ha convivido codo
con codo, durmiendo, riendo, estudiando o, como ocurre en ciertos
pasillos sevillanos, riñendo. Riñendo y echándose en cara hasta el
mote más recóndito e irracional que jamás haya existido.
Ahora me siento hasta orgulloso de
llamarme Lance y no deja de ser cierto que, haciendo honor a ello, me
fui corriendo, el primero.
Cuanto más creces más te das cuenta
de lo inefable de todo aquello que merece la pena. Quizás no haga
falta entender aquello que merece la pena, y sería la ilusión de no
comprender un goce lo que lo hace más gozoso aún. Este año ha
sido, sinceramente, inefable. Genial, increíble, son palabras que se
quedan para aquél que quiere escuchar. Pero al que quiera
comprender, le diré que no tengo palabras. Porque no las hay.
Amistad, honor, cariño, valentía, confianza, expresan a grandes
rasgos este año. Una mirada afable, una sonrisa traicionera, un
abrazo interminable, un nudo en la garganta, un adiós atragantado,
son expresiones que se acercan más. Pero lo que yo siento... es un
corazón palpitante, entusiasta, coordinado y, por primera vez en
mucho tiempo, sano. Renovado, resucitado, por donde corre sangre
pura, densa, dulce.
¿Qué es la belleza? ¿Cuál es el
momento que se te quedará en el alma para siempre, aquél que
visualizarás al borde de tu muerte? La vida sigue, y con ella, yo.
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