Hay gente que promulga, masturbándose mentalmente merci de una idea de armonía preestablecida, que aquellas personas que entran en nuestra vida están ahí porque tienen algo que enseñarnos. Pero es harto acojonante, pues hace referencia, a la par, a un mecanicismo, a un racionalismo y una suerte de buddhismo. "Si ese al que llamamos enemigo, tras un largo tiempo sigue en nuestra vida, es por una razón. Esa razón es que tiene algo que enseñarnos, que puede ser la paciencia, o la tolerancia, o incluso a ver el mundo con unos ojos que considerábamos inferiores". Esto, adornado par moi-même para que no parezca demasiado cursi, es interesante. Démosle la vuelta entera y abracemos a la madre razón, pues la verdad, como decía Zubiri, es hija del error.
Alors, no es que estas personas decidan encontrarnos a nosotros, y digan "hasta que no te aprendas la lección no te pongo la maquinita". Para mí, y siendo consciente de que me pueden tachar de místico, gurú, quiromante, whatever, hay una cosa que se llama inconsciente colectivo y que, si bien no creo que se use mucho para esta explicación de las relaciones humanas, a mí me viene al pelo y, pourtant, prostituyo el término. Cifremos las cualidades humanas en 100, por ponerle un número finito, manejable, a sabiendas de que serán millones. A mi parecer, yo tengo 4 cualidades. Soy introvertido, y educado, pero también tacaño y desconfiado. No van a hacerse amigos míos tres colegas que tengan mis cualidades positivas, y luego habrá un capullo en el grupo que me caiga mal y sea un hombre confiado en exceso.
Resulta que yo, cuando estoy positivo, veo en los demás mis, sobre todo mis, cualidades positivas. Sucede lo propio con las negativas, a saber, que las proyecto en los demás. Esto viene de lejos, y aquí creo haberme dado cuenta de una base importante de las primeras relaciones sociales adultas. Realmente es psicológico. Llegué a pensar incluso que todos tenemos esas 100 cualidades, pero según con quién estemos y nuestro estado de ánimo, vemos unas aptitudes o cualidades u otras. Pero el hombre es animal de costumbres, y solemos pasar más tiempo con aquellos con quienes encajamos, y es por ello que es innegable que no todos tenemos las mismas 100 cualidades por naturaleza. ¿Pude ser yo otro? Me pregunto a menudo. Me falta crítica ajena si me pregunto esto aún. Aunque por dentro sea distinto, los demás seguirán viendo en mí los mismos patrones de conducta, eso lo tengo claro.
Creo que hay un magnetismo que mueve el inconsciente colectivo y que nos hace chocarnos, cuales partículas imantadas -o bajo el influjo de la gravedad- que chocan contra una pared mientras se desplazan hasta dar con su grupo y colarse por el agujero; pero por mucho que crea que de pequeños hacemos grupos así, rechazando a los grupos con los que no "encajamos" (o en nuestro feedback no tenemos una energía positiva y negativa, en definitiva, que nos atraiga).
Podría racionalizar todo esto y explicarlo de forma sencilla. De pequeños no pensamos en juntarnos con el que nos va a dar más estabilidad emocional ni mayores beneficios. Nos juntamos con el que nos otorgue una escala de popularidad mayor dentro de nuestra sociedad preescolar, nuestra pequeña sociedad.beta. Si todo el mundo admira a Pepe, yo haré lo que hace Pepe. Y me juntaré con Pepe y haré como sus amigos.
Cuando crecemos, no obstante, podemos elegir cambiar en función de nuestra educación, nuestro desarrollo como persona, y ver que no quiero ser en realidad como Pepe, pues nunca me cayó bien... o bien puedo pensar, por costumbre (me gusta definir la costumbre como mala memoria), que estoy con ellos por alguna razón, y que como tenemos una historia detrás he de seguir con él porque no tengo nadie más. Lo cual no es más que miedo a abrirse a gente nueva. Cuando no está Pepe te falta una parte de ti, porque tú sólo eres tú cuando estás con Pepe. Poca gente se da cuenta de esta división del yo, ¿verdad Karl Jung?
De l'autre côté, también creo en la sinrazón de la razón. A veces, cuando uno está al borde de la locura, o al menos cree estarlo, puede cometer el error de pensar que si racionaliza el mundo recuperará la cordura o volverá a estar en contacto con su yo tal como lo estaba en la infancia. Esto, sin embargo, no es necesariamente así. Quizás incluso la locura esté en pensar que entendiéndolo todo se es más cuerdo, quizás el cuerdo sepa que hay cosas que nunca llegará a saber.
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