Llegar a Montpellier otra vez. La luz, más fuerte que la de Málaga. El clima más vasto, más enérgico. Desaparece gradualmente la brisa marina malagueña que te acaricia, te cansa, suaviza hasta las vivencias y emociones. Todo parecía más calmado, y yo venía viéndolo todo con ojos abiertos y preparados a ver más de lo que hay. Llego a la Place de la Comédie, a media tarde. El tiovivo, la fuente, y el tranvía de floripondios. Ya no me pierdo camino a la residencia. ¿Qué aprendí el semestre pasado?, me preguntaba mientras recordaba las paradas de memoria, en voz baja al unísono con la francesa que está dentro del altavoz de cada tranvía, mirando por la ventana, recordando cada rincón, cada alcantarilla, cada patisserie...
Aprendí un tercer idioma. Es muy distinto que el segundo. Ahora reflexionas sobre cómo aprendes otro idioma, vas más allá del mero hecho de aprender palabras y encadenarlas. Te fijas en lo humano. Tu forma de hablar se conforma en torno al rol de aquellas personas con las que hables más en francés. Cuando piensas en francés, lo haces a través de sus ojos, sus gestos y sus palabras. Te tomas sus pausas, y vives un poco su vida, a través de sus muletillas. Aprendemos por imitación a hacer algo por primera vez, como de la araña el tejer o del tejón el escavar.
Aprendí sobre la personalidad francesa. No hay que ser un genio para notar que su idioma y su forma de ser van de la mano. Cuidan mucho el esteticismo en el lenguaje. Da igual que sobre una palabra si queda bonito, da igual que no haya que decir "En fait" -de hecho-, para decir "Il est cinc heures et démi", siempre y cuando quede bien porque es un "en" con fonema nasal y una t suave al final, rozada, sensual, como su manera de vestir, como su comida, sus fonemas otra vez... El día menos pensado me excita un croissant. Les gusta el tabaco de liar porque es más sabroso y tiene su estilo retro, no porque sea más barato. No son muy diferentes, tienen sus defectos, pero en cuanto a la universidad, por ejemplo, saben hacerlo bien. Los alumnos se duermen en clases de 12 personas en su tercer -y último- año de carrera. Y nobody cares. La gente mete perros y bicicletas en el tranvía. Y nobody cares. Y un vagabundo pasa a las 12 de la noche al lado de un coche de policía, con el perro suelto y gritándome a mí, en la acera de enfrente, que si quiero "oro" (imagino que brown sugar). Y nobody cares. Me avisaron de que el país era liberal, y la verdad es que aquí noto que la gente juzga menos. Hay un chaval en mi clase al que habrían apedreado por pedante y teólogo hasta los más civilizados en el último curso de máster. Tiene una constante dialéctica con el profesor, por lo que no levanta la mano, y corrige al profesor cada vez que habla sobre Santo Tomás, San Agustín, Guillermo de Ockham o algún otro erudito reprimido.
Puedes tardar horas en terminar una conversación que empieza por "ça va?". Me recuerda a cuando suena un graznido de gaviota y le sigue otro, y luego otros dos, y luego cinco a menor distancia en el tiempo, y así hasta que resulta una infinidad de çavaes sin comienzo ni fin, superponiéndose, peleándose, graznando.
Ponen dispensadores de colonia en los cuartos de baño de cualquier gasolinera de extrarradio, los contratos de compañías telefónicas cuestan una cuarta parte; la carrera universitaria, menos la mitad; siendo estudiante -no sobrevives- vives por 500€ al mes. La publicidad agresiva on - line no te deja respirar, y en consecuencia la tentación de tirar el portátil por la ventana aumenta exponencialmente. Las chicas son guapísimas, y van con tacones de aguja no sólo a la biblioteca en época de exámenes, sino a clase un miércoles. Hacen botellón con zumos en vez de fanta o cocacola, y no te ponen sellos en las discotecas (por lo que luego no puedes salir, sino es para no volver).
He visto chicas paseando ratas en su escote por la calle... sip, más de una. He visto gente haciendo yinkanas en mitad de la rue, au centre ville, vestidos y pintados de un color enteros, y luego corriendo como descosidos. He visto conciertos gratis, y conciertazos tirados... mañana viene Fat Joe, famosísimo rapero estadounidense, por 15€ en la taberna de mala muerte donde la semana pasada me tomé una cerveza como si nada. En noviembre vino Vil Evans con su saxo, a provocar orgasmos en directo por 10€. Y en enero vine yo, con ganas de desayunar fajitas contigo, despertarme de pesadillas de madrugada y hacerte el amor, y volver a escuchar a mis profesores divagar sobre cuestiones que yo creía ya superadas... pero no. Sobre lo más estúpido se puede pensar más de una estupidez. Y sobre los más estúpidos, se puede escribir más de una estupidez.
Todos los lugares nos aportan algo nuevo :)
ResponderEliminarMe lo compro.
ResponderEliminarPD. No se porque esta mierda no me deja decir que soy yo, como si yo no fuera suficiente. Hasta ahí podíamos llegar. AHS.