miércoles, 20 de marzo de 2013

Presagio

Soy un hombre de extremos.
Persigo el cobijo bajo una teoría universalmente cierta
Y a la vez huyo de todo esto, regocijándome en mi transvaloración nietzscheana.

Lo que hago está bien, porque lo hizo X, quien era considerado un hombre bueno.
Lo que hago está bien, porque creo en la infinita capacidad del ser humano de estirar su concepto de bien.
Soy un hombre contradictorio. Porque busco la unidad.

Soy un hombre contradictorio, porque busco la unidad extrema, busco hacer siempre el bien. Eso no es posible, por lo que me engaño, y llamo bien tanto a lo que está bien a primera vista como lo que está bien tras un largo proceso dialéctico.

Esto no es unidad, pienso. Unidad es llamar bien a una cosa. El eterno sí a la vida de Nietzsche no es un sí a todo. Incluso él, locuelo, trágico, dionisíaco y apolíneo, báquico y templado, poeta y filósofo, deshecha ciertas cosas. Yo me relativizo frente al momento, me elimino frente a cualquier sí. Tanto da. Disfrutar, es lo importante. El hedonismo sin censura, ese soy yo. Mis principios son los mismos que mis finales, o distintos, no importan, siempre ir más allá. Hacia lo desconocido, hacia lo oscuro, hacia allí siempre me tuerzo.

De lo que no sabes, no hables. En lugar de aprender esto, a no hablar, aprendo a saber, para poder hablar. Pero ¿qué se? ¿A dónde irán a parar todas las preguntas que me hice?

Soy un hombre contradictorio, digo, con el peso de una cruz católica a la espalda, y con el demonio del extremo siempre en el centro de mi cerebro.

Soy... tantas cosas. Pero esto es sólo pereza. Soy mil personas. Soy mil palabras, mil y una experiencias, mis megustas, mis caricias, mis trampolines a otras realidades, mis bailes con el viento, y soy la palabra, y también la experiencia, soy el gusto, la caricia, el trampolín a la única realidad, y soy el baile eterno con lo uno. Soy lo uno y soy lo múltiple. Soy lo recto y lo torcido, la mezcla de esta explosiva sociedad. Soy el resultado de todo lo que he vivido, pero lo que he vivido es más viviré que vivido. Soy una depresión terrible que acecha bajo tu pupitre, esperando el mejor momento para escabullirme, porque a nadie puedo, ni nadie puede, explicarle, o entenderme, nadie puede, nadie puede...

Soy cien por cien materia, quizás la definición más generalizada que pueda hacer. Soy tripas, vísceras y huesos duros de roer. Soy lánguido, viscoso y arremolinado. Pero también erguido, erecto, determinado, decidido. Soy relativista, tanto que soy un hombre de principios, pero sólo a veces.

Soy un amante de la astronomía que conecta tus constelaciones de lunares, y del patrón que recorre los lugares favoritos donde posar mis labios. Soy un enamoradizo de la física cuántica de tus movimientos subatómicos. No deja de impresionarme la verdad a todos los niveles. Pero primero hay que encontrarla a algún nivel. No puedo parar, no puedo parar.

Llevo años sin parar en ningún lado.
No encuentro
mi cobijo definitivo
ni donde dicen que cobija
ni donde dicen que no

No encuentro nada
Será que busco mal
Será que ni siquiera sé lo que busco
Pero ¿por qué habría si quiera de buscar algo?
Cuando lo que más deseo en este mundo es ser encontrado.
Pero también quiero ser agissant, puissant, quiero mover el mundo.
Quiero cambiarlo todo, pero siempre desde mi cómoda silla.
Porque el cambio debe ser algo muy diferente fuera de mi cabeza.
Como todo.

Sí, nada es lo que parece, y echo de menos aquél brillo que tenía la realidad,
cuando buscaba el sentido de las cosas de fuera,
y desconocía que hubiera siquiera cosas aquí adentro.

Pero aquí dentro, amigo, aquí dentro... se encuentra el universo entero.

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