lunes, 7 de marzo de 2011

Shakespeare.

Nada, sólo vivir
en el rancio sudor de un lecho inmundo, cociéndose en la corrupción, arrullándose y
haciendo el amor sobre el maculado camastro ...

¡Ella enseña a las antorchas a arder con fulgor!
Y parece pender sobre la mejilla de la noche
como una rica joya en la oreja de un etíope;
belleza excesiva para ser usada;
demasiada para la tierra.

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