lunes, 6 de abril de 2015

The story of my life

Es siempre lo mismo, ¿verdad? Será siempre así, ¿verdad? ¿Qué hago con mi vida? ¿por qué estoy en una constante lucha por mi, yo, ego, mío? No quiero eso. Odio darme cuenta en sociedad de que soy egoísta. Pero ¿por qué no acepto que es un modo más de ser? Odio a los que imponen su postura, no me creo que sea tan gilipollas. Y luego yo mismo no soy capaz de hacerlo. Está bien, intentémoslo. No funciono como una máquina pero al menos la consciencia me deja pensarlo. Al menos durante un corto espacio de tiempo hasta volver a la eterna rutina y hábitos egoístas con los que debería romper, con los que algún día romperé, con los que se que no se perderán nunca...

Odio que los demás me impongan su postura y a la vez deseo fervientemente que a todo aquél que esté seguro de sus ideas, se le relativicen y se le quite esa puta sonrisa de la cara. No quiero ser así. Pero tampoco hago nada para remediarlo. No puedo cambiar mis deseos, sólo su fachada. No quiero tener una fachada falsa. Empiezo a ver cuáles son las contradicciones que llevo dentro de carácter psicológico que no me dejan bien-estar. Empiezo a batallar con mi ego, reprimiendo todas esas manías y pensando NO, un no impulsivo, un no aterrador, animal. Es mi conducta. Como mi conducta es mala, no. Como la mayoría de casos no encaja, No. Y así no funcionamos. ¿disfrazar? Ya estoy harto. Ya no quiero. Quiero ser taaaaaaaaaaaaan guay. ¿Para qué? ¿Qué importa? Y cuando creo que estoy avanzando, es un paso positivo sólo para darme cuenta de que tengo algo negativo que ocupa ese lugar.

Este es el lado malo de la filosofía. Todo lo que hago a los demás me lo estoy haciendo en realidad a mí. El puñetazo que quiero darle a Cavu cuando es demasiado seguro de mí mismo me reprime luego cuando empiezo a confiar en mí. Ahora empezaría a remontar cosas a la infancia. Ahora debería joderme la cabeza y sentir la contradicción que impera en mi vida entre el ego y el alter, y ponerme de acuerdo conmigo mismo con lo que quiero ser. Pero no quiero dejarme llevar por los demás, pero la intersubjetividad conforma lo bueno.

Conré Herráiz.
Las mil y una noches. O cómo el vegetarianismo cambió mi vida.

Ante todo decir, y mucho más importante que las restantes 77 páginas, que no soy vegetariano. Soy un egoísta, y a veces, hasta egocéntrico y megalómano. Por un momento llegué a sentirme la peor persona del planeta por ser carnívoro. Hay argumentos para pensar que es malo comer carne. No hay argumentos para no pensar que no es malo comer carne. El problema es que vivimos en una sociedad horrible donde se ha instaurado la democracia de las ideas. La única idea suprema es respetar las ajenas. Como si todas las ideas fueran iguales. Como si no hubiera mejor que peor. Y no es sólo la sociedad. Es esa intuición fuerte de que el hombre es biología, es un pedazo de carne en el mundo y lo que haga o deje de hacer resulta mucho más importante para sí mismo que para la sociedad, no digamos ya para el mundo ni para el universo. Si quieres comer carne, come. Si quieres pegarle un cabezazo al frigorífico, hazlo. Esto lo decía mi amigo el gaditano porque se había construido su propia identidad fuertísima en base a la cocaína. Pero ahí lo tienes, un tío despreciable.

No desesperes, Aprende a esperar. No porque todo llegará, no lo sabes. Pero desde luego que no llegará si lo quieres ya.

¿Sabes lo que pienso después de un quebradero de cabeza así? Conciencia. Intento de control porque el mismo control vale. El camino, aunque sea a medias, es camino. Merece la pena ser caminados. No porque algo sea incontrolable del todo significa que debamos dejar de caminar. Eres como eres. Cómo vivir no se aprende de nadie.

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