Lo pensamos, y decimos: no, yo no soy así... nunca lo seré. Al dia siguiente nos levantamos con el otro pie y decidimos ser solo un idiota más. Feliz, al fin y al cabo, pero idiota, y más tarde nos sentimos mal, porque no tenemos claro si todavia somos maduros; si lo que hice ayer, cuando era un niñato asquerosamente despreocupado por el mundo, me ha hecho retroceder en el solitario y triste periodo de la madurez.
Al principio te puedes intentar resistir al proceso de madurez moral: I want to be forever young... pero hay algo, un chasquido en tu mente, que de repente te hace dejar de pensar en: el mundo está bien porque yo estoy bien, y ahora te hace pensar en: el mundo está muy mal hecho, y yo nunca podré cambiarlo, pero no parare de sentirme culpable de ser jodidamente feliz hasta que haga algo, por muy pequeño que sea para acabar con un mal del mundo, causa de la crisis de fe en la humanidad que embarga el siglo presente. El chasquido te hace debatir con tu conciencia con respuestas que empiezas a recibir de la vida, y todas responden a ¿Por que?. ¿Por que en este planeta, frío y egoísta, unos viven desoladoramente en la ruina? Porque así tu puedes vivir desgraciadamente bien, y te sentiras culpable por ello el resto de tu vida. Porque si todo el mundo fuera forever young estaríamos acabados.
La codicia ha contaminado las almas de los hombres, ha levantado en el mundo barricadas de envidia, de rencor, nos ha llevado a la miseria y a la matanza. Hemos crecido demasiado deprisa, y ¿de qué ha servido?, la tecnología que proporciona abundancia nos ha dejado en la indigencia, nuestra ciencia nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia duros y vacios, hemos empezado a pensar... pero hemos dejado de sentir.
Nos hemos convertido, en esclavos del destino.
Extracto de "El gran dictador", de Charles Chaplin.
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