domingo, 15 de marzo de 2015

Piensa. Ama. Crece.

Pues en eso estamos.

Un día tras otro, salvo precisos y preciosos momentos de mente en blanco, pienso y pienso. Ahora pienso, por ejemplo, que mi lado racional se desarrolla a un ritmo más rápido que mis emociones. Que racionalmente he llegado a una comprensión más compleja y acertada del mundo, pero que eso no me sirve porque como persona crezco si crezco como conjunto, y una parte mía sigue teniendo, qué sé yo, dieciséis años. Quizás dieciocho.

Esta mañana he pensado una cosa super tocha, pero qué más da. La olvidaré mañana, por otra cosa super tocha. Lo normal es que descubra cosas, y durante varias semanas la gente de mi alrededor saque un tema que la roce, o incluso saque la misma conclusión que yo. Normalmente, pasarán días y días. Es la manera del universo de recibir mi tesis, darle forma, consistencia. Luego se almacena en alguna parte de mi subconsciente, y luego desaparece. Es jodidamente mágico. Tras meses, sostengo una cosa que tiene como punto de partida aquélla tesis, pero ya no recuerdo la tesis en particular, aquélla que me ponía los pelos de punta. Ya no recuerdo nada. Ya no es necesario. Hay otras cosas ahora. ¿Por qué se van? ¿por qué me da pena que se vayan? Mejor, dejar ir, que se vayan.

Esta mañana he pensado una cosa super tocha. Estaba hablando con Ricky en la puerta de la moral. Le cabrea que uno de los cabezaalbercas, muerdesartenes, peinaovejas que escriben libros didácticos para la pedagogía social ortodoxa describa la paz como la responsabilización de los demás. A mí me gustó mucho Ética para Amador, y por supuesto tengo a Ricardo como una auténtica autoridad en lo que refiere a los asuntos de la cabeza y del corazón, cuando éstos colisionan.

"La responsabilidad, ¡no! Ahí empieza la guerra. Imagínate que yo me responsabilizo de ti. Te veo fumando, y te tiro el cigarro al suelo. Y te digo; ¡¿qué haces, Conrado?! ¿No ves que eso da cáncer? Ahí crearía un conflicto". Yo no tengo derecho a imponerte eso".

Comenzamos a debatir durante un tiempo la línea de aquello. Siguió explicándome hasta que todo tuvo bastante sentido, y pensé en aplicarlo a mi vida diaria. Ahora bien, ¿quedará como una tesis que tendré que defender? ¿llegará  a formar parte de un pensamiento más complejo?

"Es como lo que hablamos el otro día de la ablación", me dijo. "¿Qué vas a hacer para prohibirlo?". "Claro, ¿qué vas a hacer? ¿poner policías en cada puerta de cada casa?", respondí. "Eso generaría violencia", me afirmó convencido. "La paz no está en responsabilizarse de los demás. Eso es lo que genera guerras".

Cuando uno encuentra el camino hacia Dios y se hace responsable de los demás para que no vayan al infierno, su infierno, eso genera las guerras religiosas. Antonio me diría argumentos para defender el bien frente al mal, porque tendría razones para pensar que algo es mejor que otra cosa. Si lo hace con el vegetarianismo, no digamos ya con la ablación. Pero estaría de acuerdo con los pasmasuegras, zurcefrenillos, cenutrios, y no; esta es la cosa: responsabilízate de ti. No mires hacia la utopía del mundo de ángeles. Crea el mundo ya, ahora, en ti. Acéptate.

Ahora, un poco de in - formación.

Según Epicuro, existen dos clases de deseos: los naturales necesarios, relacionados con la supervivencia; y los naturales no necesarios, que provienen de la cultura, política y vida social. La satisfacción de los deseos es lo que produciría placer, el cual a su vez, para los epicureístas es lo que conduce a la felicidad, sin embargo, existen placeres que son completamente vanos y que conducen a un dolor mayor que el placer inicial, estos placeres producen intranquilidad y deben ser evitados por la razón, ya que alejan de la "ataraxia". La filosofía es una vía hacia la ataraxia, ya que esta es considerada también: «la tranquilidad espiritual propia del sabio que distingue los deseos naturales de los que no lo son y es capaz de alejarse de aquello que es vano».

Pero el camino de la aceptación es duro. Porque se sigue de la conciencia de lo que uno es responsable y de lo que no, y esto es difícil de alcanzar. Hay que actuar lento pero con decisión. Una decisión templada, consciente.

Los autores escornacabras, lloramigas, peinabombillas, afirman que sólo una posición egocéntrica defendería hacerse responsable sólo de uno mismo. Ellos podrían entender que el yo no es sólo yo. El yo está interconectado con el que tienes enfrente, con lo que tienes enfrente. Con lo que tienes más allá, también. ¿Quizás a través del DMT?

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