La constancia siempre ha sido un
problema en mi vida. En mis viajes siempre empiezo colecciones, pero
cuando llego a otro sitio, me llama la atención una piedra (Niza) o
la jarra de un bar (Montpellier), y al final, lo que tengo es un
conglomerado de cosas sin patrón alguno, algo que las instituciones
podrían denominar Síndrome de Diógenes del trotamundos, pero que
yo prefiero denominar colección de colecciones inacabadas.
La constancia siempre ha sido un
problema en mi vida. He empezado un diario bastantes veces, pero
luego se me olvida o me hago olvidar, si acaso, yo mismo, porque no
he tenido ninguna experiencia tan trascendental como para ser escrita
en un montón de hojas sin tradición ninguna. Con lo cual, decido
dejarlo sólo para los días especiales. Pero luego, los días
especiales estoy demasiado ocupado disfrutando como para reducirlo a
simples y planas palabras.
La constancia siempre ha sido un
problema en mi vida. He sido, o al menos, pretendido ser, escritor,
diseñador gráfico, empresario, ingeniero, médico, bombero,
repostero, aviador, cantante de pop, filósofo, piloto de
motocicletas, mecánico de motocicletas, costalero, albañil,
calafate, alfarero, actor, actor porno, cámara del porno, doble de
actor porno, fotógrafo, florista, crítico de cine, bibliotecario,
catador de vinos, de aceite, de vírgenes...
La constancia siempre ha sido un
problema en mi vida. Ahora no, porque ella es constante. Porque es
valiente, porque no tiene miedo, y eso me enseña lo que yo soy.
Cuando somos continuos, cuando somos uno, sé lo que somos. Dos
locos, dos hitos, dos arrecifes que se encuentran en el abismo. Dos
metáforas bailando el intrépido, sensual y controvertido ritmo del
jazz.
La constancia siempre ha sido un
problema en mi vida. Ahora no, porque ella es constante, como no era
de esperar. Sin embargo, luego, se marchará, porque se marchará, y
entonces la pensaré y la pensaré, y notaré que ha dejado un hueco,
un vacío, un hito, una locura. Porque tienes un corazón que no te
cabe en el cerebro, y por eso te llaman loca. No vas a pasar de un
lado al otro de la eterna continuidad sin detenerte a recoger la miel
de las flores. No vas a pasar un sólo dia de tu vejez lamentando las
cosas que no hiciste. Y eso, sí, eso, es lo que yo quiero ser.