Esta primera etapa de mi vida se llama infancia. Influjo de todo, me empapo hasta (de) mis entrañas. Confluir de sentidos, sentimientos, pensamientos, un todo caótico, un embrollo. No sé dónde empieza ni dónde acaba nada. Ni falta que hace. Importa respirar, nada más. Que buenas que ricas que están las pastillitas.
Esta parte de mi vida se llama introversión. Frikismo, soy feliz con mi disco duro externo, regalándole tonterías a gente que parece querer ser mi amigo. Tengo miles de películas, juegos, y todo lo que quiero es compartirlo. En el fondo es alguien con quien estoy en mi vida, para él no es más que eso, pero desprendo tanto amor que no paro de alabar a las personas con quien me cruzo. Alguno sí sintió amistad, como mi amigo Jacobo. Otros aprovecharon mi ausencia para criticar mi manera de tratar a las personas. Sin derecho, pero no sin razón. Era raro, si sólo existe el fútbol y las chicas, que alguien hable de amistad, que alguien te regale un muelle de juguete porque lo vio y se acordó de tí.
Esta etapa de mi vida se llama adolescencia. Intento de extroversión. Salida a lo superficial, conocimiento de la cáscara ajena. Muerte de la moral. Está bien lo que es divertido, lo que me mueve, lo que me saca de mí, porque yo soy rutina.
Esta etapa de mi vida se llama drogas. Se está acabando.
Ahora viene la parte de mi vida que se llama felicidad. Entro en contacto con mis deseos y empiezo a conocerme. Sé lo que siento, sé cómo seguir un impulso que me pueda hacer feliz, y cómo seguir otro que me haga sentir vivo. Sé lo que está bien, y lo que está mal. Y sé que hay cosas que no están ni bien ni mal, y cosas que están más allá de ellos dos, en el deber. Sé porqué hay que olvidar ciertas cosas del pasado, sé que hay errores que me quedan por cometer, y he aprendido a no mirar sino aquello que existe. Se puede ser filósofo y práctico en la vida. Pienso tantas cosas, y tantas cosas que se contradicen... que me siento más cerca de la verdad que nunca.
Pero esta etapa la tengo muy pensada, ya como planeada: mi vida ikea, sólo que tengo las medidas del piso y ningún mueble encaja. No basta con echarle cabeza a la vida, hay que echarle corazón. Sí, tengo bien claro lo que será mi vida con confianza en mí mismo. Pero ¿acaso no imagino lo que sería? ¿y si nunca llego a tener tal confianza? Las cosas nunca son como uno las imagina. Igual es incluso mejor. Quiero volar.